La vista poco a poco se destierra
de aquellos patrios montes, que quedaban;
quedando va el Tajo y la fresca sierra
de Sintra, do los ojos se alargaban;
y el corazón quedó en la amada tierra
de tantas penas como allí dejaban;
y, una vez que toda se escondió,
menos mar y cielo, nada se vio.
Así fuimos abriendo aquellos mares
que antes generación alguna abrió,
nuevas islas viendo y nuevos aires
que el generoso Enrique descubrió;
montes de Mauritania y más lugares,
tierras que Anteo otrora poseyó,
dejando a la izquierda, que a la derecha
no se sabe de otra, mas se sospecha.
Os Lusíadas, Canto V, 3 e 4
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