Cuando hasta en lo más tarde navegaban
la luz traída dentro sobreponía
la lentejuela aguda de otro sol
al paso opaco, idéntico, cercando
los brazos intranquilos, la sorpresa
que con sólo presentirla les dolía.
A la fría sal que bajo los pies sentían
y a la oscuridad más hondo, al soñoliento
y bruto son de la cuerda y la madera,
al dolor del hambre y al gemido endeble
de una añoranza parda, a la soledad
sin espejo, a la gula insaciada, al miedo
todo lo combatía una pasión
en ellos tan nueva, neblinosa antaño,
como la de ver, la de ver con los ojos abiertos
hasta sentir en el roce de los dedos,
el mínimo paisaje, más total
que los montes lerdos, patrios y trocados:
la crispación de la vela, el pez lento
de súbito surgiendo, ignotas flores,
colores purulentos, inmenso y escaso espacio
para chirriantes pájaros abiertos
a otra vida mayor,
y todavía bruma
que no saben si es de éste o de otro sueño.
Depois de Ver
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